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Eros racializado

Coloquio


Fecha tope

24 noviembre 2018 - Montevideo

América es el nombre de una invención moderna, invención que se sostiene en un ocultamiento: la “colonialidad”.  “Colonialidad” es un neologismo acuñado por el pensamiento crítico latinoamericano para nombrar la contracara constitutiva de la Modernidad, y dar lugar así al complejo Modernidad/Colonialidad. Desde esa nueva perspectiva, se van haciendo visibles e inteligibles los efectos devastadores que afectaron la existencia de todos quienes quedan excluidos de la hegemónica “supremacía” blanca.

La blanquitud y el blanqueamiento implicaron el intento de borramiento y/o exterminio de pueblos y etnias, en la constitución de Estados Nación europeizados, orgullosos de su filiación colonial.

Una herida, la herida colonial, no cesará sin embargo de no cerrarse, impidiendo la clausura y produciendo signos y emergencias de lo oprimido. ¿Retorno de lo oprimido?

La apuesta de esta actividad es acoger en, desde y /o con la experiencia analítica diversos sesgos por dónde ésta herida sangra.

Desde el Eros griego hasta el psicoanálisis como una erotología de pasaje, pasando por las diversas figuras de la erótica,  quizás no hayamos sabido ver un rasgo que atraviesa la constitución misma del Occidente-colonial: los procesos de racialización y sus efectos.  Racialización que determina las relaciones al cuerpo, al otrx y que modula el lazo social.

Si entendemos al racismo no como taxonomía de lo empíricamente constatable, sino como discurso universalizante que produce la raza, y tomamos la afirmación de Lacan según la cual: «Todo discurso se presenta como grávido de consecuencias, pero oscuras (…)” es tiempo quizás de interrogarse  acerca de las consecuencias del discurso racializante que, más o menos subrepticiamente, atraviesan  la experiencia analítica.

Desde Europa misma son varias las voces que intentar decir de la colonialidad y el racismo.  Les indigénes de la Republique, colectivo de personas descendientes de las antiguas colonias, se posicionan como sujetos coloniales que resisten la asimilación y testimonian desde allí.

Por su parte, Edouard Louis, un escritor muy joven, europeo, francés, ex alumno de la École Normale Superieur, abre una brecha en varios frentes: la fiesta de la integración y la inclusión gay, la búsqueda de garantías en el Estado, la inadvertencia decolonial de la violencia, el racismo y la dimensión de clase. Y finalmente, desde el agujero -la efracción traumática producida por un episodio violento vivido- intenta hacer otra cosa, producir una escritura de la herida de un otrx, tan otrx y ya no tan otrx, a la misma vez.

Con Gloria Anzaldúa y su idea de lo fronterizo, nos preguntamos si hay una forma- siguiendo también a Spivak y su idea de la subalternidad de silencio colonial-  una manera específica de silenciamiento subjetivo, distinto a la represión freudiana o a la alienación al lenguaje. La escritura de Anzaldúa permite abrir camino en este sentido, puesto que inaugura una forma muy propia de lo fronterizo.

Acerca de la incidencia de los complejos culturales colectivos racializados en el proceso de humanización de los sujetos, la cuestión del sujeto nacional y nacionalizante que se nombra y nombra, dando lugar y sentido al otro a partir de una racialidad invisible para sí mismo, nos abre a la reflexión sobre el impacto del “racismo de costumbre” y los procesos de sujeción/desujeción y desempoderamiento/empoderamiento de las personas afrouruguayas.

Otro sesgo de la apuesta es intentar mostrar cómo tanto la censura en torno a la violencia colonial, como la proliferación de discursos en torno a ella, fertilizan la herida colonial, a la manera en que Taussig lo da a ver en «Chamanismo, colonialismo y el hombre salvaje». Se perfila una salida por el lado estético que posibilite un lugar otro con el cual hacer mundos posibles, tal como Fred Moten muestra en su «Undercommons», compartiendo aquello que no se posee.

El arte contemporáneo hace su apuesta crítica revisando las bases mismas que lo constituyen como práctica occidental, moderna-colonial y reconsidera la aihestesis desde la advertencia decolonial. El color será entonces un analizador posible y potente para la recuperación de una  pluriversalidad que resulta una postura política frente a la norma y su discurso hegemónico en este campo.

A partir de una lectura de Yo era una brasa de Roberto Echavarren (2009) se analizan tres aspectos centrales de la matriz colonial de poder, especialmente articulados con la raza. El autor libera a Lágrima Ríos de las representaciones realistas y del dispositivo testimonial, sin dejar de incorporar su historia de vida. La ficción surge de la deriva a partir de la liberación de las ataduras con el referente. La historia de Lágrima Ríos se desperdiga en fragmentos que son, a la vez, incisiones en la trama simbólica de la raza en Uruguay. Fragmento a fragmento, la “identidad” de Lágrima Ríos toma cuerpo entre otros cuerpos: hombres con tetas, travestis, andróginos, en un artefacto desafiante e inédito de representación de la negritud en Uruguay.

Dar un lugar a la voz es una de las funciones de un psicoanálisis; hacer un espacio para la voz indígena – silenciada por los procesos de reactualización colonial-  y acoger las memorias de los propios descendientes, no nos pareció ajeno a las apuestas de esta actividad. Se hace necesario revisar los hechos de violencia fundante del Estado que implicaron un proceso de limpieza étnica (Masacre de Salsipuedes y otras) que siguen siendo un tema no resuelto en la sociedad uruguaya

Proponemos un coloquio “caleidoscopio” que abra un espacio para diversas experiencias de la herida colonial y desafíe al psicoanálisis a encontrar formas de recibirlas.

Intervienen:

María Amelia Castañola

Helena Maldonado

Mauricio González

Fernando Barrios

Ana Karina Moreira

Martín Delgado Cultelli

Alejandro Gortázar

Fernado López Lage

Todas las fechas


  • 24 noviembre 2018