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Editorial

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ñácate, una presentación

ñácate. Los expertos en lunfardo equiparan esta expresión con otras como ¡zas!, ¡zácate! y ¡tácate!; curiosamente la definen como una onomatopeya. Todos coinciden en que alude a algo que hace corte, pone fin, pone un punto; también que sugiere un hecho violento, disparatado, sorpresivo. En el Diccionario del español del Uruguay proponen que la palabra viene del quechua, ñaka. Y según los diccionarios quechua español/simi taque queswa-español, ñaka significa maldición o blasfemia. Mientras que en quecha ña quiere decir “ya, ya está”, ñak’a significa “dificultad, sacrificio, penuria”.

ñácate. Los diccionarios de la lengua que nos habita suelen definir a la ñ como la decimoquinta letra del alfabeto. Desde Antonio de Nebrija, autor de Gramática de la lengua castellana, primera gramática normativa, publicada en 1492, se afirma que la ñ se usa solamente en español. Especie de sello de nuestra lengua, marca en el orillo, se emparenta con la n pero –a diferencia de ésta- lleva encima una vírgula que al parecer, tras tener otros usos, se restringió a esa letra a partir del siglo XIV. Seis siglos más tarde ocurrió un curioso hecho: el Gobierno de España prohibió la importación de computadoras que no tuvieran la ñ en su teclado, que no pudieran reproducirla en pantalla o imprimirla. La Comunidad Económica Europea exigió entonces que se eliminara la molesta letrita en beneficio del libre mercado. “El Reino de España se conmovió: iban a desaparecer el nombre del país, el gentilicio, las montañas, el nombre popular del sexo de la mujer (coño), la niñez, la ñoñez, los años, la añoranza […] las mañas, los dueños, los sueños […]”[1]Y también los muy lunfardos ñapa, cafañe, ñapado y sobre todo, ñácate. Conocemos el final de la historia. España ganó su pequeña guerra y la ñ sigue tan campante allí y aquí, como en el inicio de esta escurridiza y algo añeja palabra ñácate.

ñácate. Los tiempos cambiantes hacen que no solamente exista en papel sino que respondiendo a las innovaciones de la tecnología, a las novedosas maneras de acercarse al público, ñácate se (re)invente y (re)cree en la creciente e irrefrenable digitalización de los medios de comunicación. No sólo tendrá referencias o citas al pie sino que nuevos “lenguajes” (a modo de ejemplo, archivos de audio, video o imágenes) estarán disponibles para el lector. También será una manera de acortar las distancias geográficas. Nuestra página web contiene diversas entradas –algunas de ellas ya conocidas para el lector habitual de ñácate– que alternan entre lo ya aparecido en la versión en papel y producciones actuales, muchas de ellas inéditas en otros formatos.

[1] Carlos Liscano, Su Majestad la Ñ y la lucha por la tecla única, en Lengua curiosa, Ediciones del caballo perdido, Montevideo, 2003.

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