divanes nómades 2 – Una cultura del disenso
2015 / 206 páginas / $ 160 (pesos argentinos)
El matadero. Martín Kohan
Acostumbrado a llevar tan sólo amasijos de hierro y acero, Heredia entendió que lo que ahora percibía era la presencia de los animales. Ahora que el camión estaba frenado, ahora que él se inclinaba y procuraba perderse en su improvisada oscuridad, la vida de los animales ahí atrás se hacía evidente. Unos contra otros, acumulados, amasijo ellos también, pero no de materia inerte, se hacían sentir. El mismo peso apretado de siempre, sólo que esta vez con vida.
Heredia supuso que, una vez encontrada la explicación, podría por fin dormirse. Pero pasó al revés, justo al revés: fue la explicación lo que terminó de desvelarlo. En vez del cansancio, el ardor en los ojos, la espesura de las piernas, el sopor, en vez de la tibieza del abrigo bien dispuesto, en vez de la noche desabrida afuera, sentía a los animales: solamente a los animales. Los animales despiertos, que lo dejaban despierto.
No podía dormir, pero tampoco podía manejar. Sólo podía quedarse ahí, inmóvil, vuelto un sensor que detectaba toda la vida que estaba apiñada ahí atrás.
Cadáveres/Evita vive. Alicia Larramendy
En la poética de Nestor Perlongher aparecen inmediatamente centellando en un primer plano, una manera de hacer con el cuerpo en la lengua y el cuerpo de la lengua, de ponerla en tensión, de hacer jugar en ella lo obsceno, lo abyecto que le es propio y de hacerla “reverberar en nuestros putos oídos”; una manera de llevar la lengua hacia sus límites, hacerla sufrir un tratamiento intensivo, babear, escupir, gritar, gemir, ladrar, piar, mugir… toda una faunética. Mala lengua la suya, puesta en juego de una política de la materia por una pornoletra, perversión de la buena letra.
La barra en el título Cadáveres/Evita vive no signa una oposición binaria, si Evita vive es la consigna en la consigna, la producción de las palabras de pasaje en la consigna, Cadáveres, escrito cuando habían comenzado a parecer cadáveres en las orillas del Río de la Plata, es decir lo que no se puede no decir, lo insoportable de vivir en ese momento, pero arrancándole una extraña positividad.
Aguas Erizadas. Carlos Surghi
¿Cómo termina la vida de un poeta? ¿De qué modo se cierran sus libros? ¿Cuál es el último registro de una lengua que de tan intensa se vuelve pura erización de lo que dice, de lo que toca, de lo que oculta? Alguna de estas preguntas motivaron el presente texto; tal vez como respuesta a otro interrogante mucho más simple ¿qué hay después del cuerpo?, ¿qué canta del otro lado de la experiencia? Inspirados en un éxtasis para nada ortodoxo, los poemas que conforman Aguas Aéreas, último libro publicado en vida por el poeta argentino Néstor Perlongher, conforman un registro singular dentro de la poesía contemporánea; un cruce entre escritura y droga, ritmo y sentido, un punto de enunciación donde los dispositivos de subjetividad se disuelven siguiendo los juegos metafóricos de lo que muere para así cantar lo que cambia, lo que deviene.
De un signo a otro. Cuando Guattari comienza a problematizar la enseñanza de Lacan. Mayette Viltard
Deleuze y Guattari están entre los muy pocos investigadores fundamentalmente concernidos por el psicoanálisis, y que problematizan la enseñanza de Lacan, y no por consenso sino por disenso radical: no se oponen, no lo relativizan, construyen una pregunta. Así, cuando Guattari escribe a Lacan en 1961, lo que inicia es nada menos que la problematización del trazo unario («una chapuza de trasto») y, de ese modo, la puesta en discusión de la tesis de Lacan sobre la letra como estructura esencialmente localizada del significante! Habrá que esperar los años setenta para que Lacan haga sus «estrepitosas» declaraciones, como que «nada permite confundir, como se ha hecho, la letra con el significante» o también «el significante es el semblante en sí mismo», o más tarde «el significante, es decir lo que se modula en la voz, no tiene nada que ver con la escritura», etc. Y definir el trazo unario como recta infinita «con el agujero alrededor».
La grieta de la inmanencia. 1966 Foucault-Lacan
Frédéric Rambeau
Ya sea en los dispositivos de visibilidad foucaultianos o en la pulsión y el fantasma lacanianos, si la cuestión de la subjetividad puede experimentarse en lo visible, tanto si no aún más que en lo decible, es en tanto que ese visible es dominio o régimen de signos, aún antes de ser medio físico o campo óptico. Pero los signos en cuestión, signos «de lo» visible, no son signos significantes, no son signos de lenguaje. En Foucault las visibilidades no son ni significados ni referentes. El signo es precisamente lo que lleva en sí la cesura de lo vivible y de lo decible, del lenguaje y de la luz, inscribiéndola en el mismo real, en la superficie de las cosas. La subjetivación se produce en la separación de la inmanencia con ella misma. No compromete pues nada de una vuelta a la inmanencia ontológica tradicional, definida como identidad del ser con él mismo. «Conversión de la mirada»: es en un mismo movimiento que la trascendencia del sujeto ha sido proyectada a la superficie del en-sí, y que esta superficie simultáneamente se ha resquebrajado, se ha constituido como grieta.
Los derechos de la imagen. Claude Imbert
La pintura había hecho algo bien distinto a ilustrar el nihilismo, al desarrollar lo que decía Warburg, en lugar de esa ronda de orientes y de infiernos, un espacio de pensamiento cargado de imágenes. Es muy poco decir que estamos – es una evidencia – en una civilización de la imagen. El punto está en otro lugar, consiste en haber entrevisto la posibilidad, apremiada por la urgencia, de una nueva articulación de los signos y los saberes
La conferencia de Foucault sobre la pintura de Manet explicita las siguientes etapas: un pintor surrealista – Magritte -, las imágenes hiperrealistas de Fromanger, y todo un desborde de signos cuidadosamente puestos en páginas entre Manet, él mismo tan explícitamente tabular, y Klee. Viene finalmente esta sobreabundancia de significantes y de formas, contra la pobreza de los enunciados. Apenas suficiente para un real más allá de nuestras conjugaciones y para el cual ya no es tiempo de volver al cuerpo propio y a sus formas de expresión nativas, a flor de piel o en la punta de los dedos. Todo está siempre por hacer, dimensiones, sintaxis, instalaciones, figuras y diagramas, clínicas, y modelos. En lugar de las coordenadas de cuerpos y de mundo, trazar las topologías de lo visible, incluyendo el marco de los pintores, las localidades de los nuevos geómetras y los formularios de los matemáticos. “Fin del todo-literario”, es decir de las significaciones, y reapertura de las partituras. Eso es continuar.
La verdad de una variación. Pierre Boulez: de la Consagración de la Primavera a Pliegue sobre pliegue. Álvaro Oviedo
La obra de Boulez, objeto musical tomado en la modulación, que sólo existe a través de sus metamorfosis, en la declinación de sus perfiles, se presta a un verdadero análisis. Esta transformación continua del objeto, con sus múltiples inflexiones, determina una transformación correlativa del sujeto, objeto y sujeto se determinan mutuamente. Puesto que cada inflexión del pliegue determina un punto de vista, la multiplicación de las inflexiones convoca una variedad de puntos de vista. Así, de la misma manera que el objeto ya no es esencialista y se vuelve acontecimiento, el punto de vista no significa una dependencia con respecto a un sujeto definido de antemano: será sujeto quien viene al punto de vista, siendo el punto de vista “la condición bajo la cual un eventual sujeto capta una variación”. Pero, como en el perspectivismo de William James, no se trata de la relatividad de lo verdadero, sino de la verdad de la relatividad – es realmente un relativismo, pero no el relativismo que se piensa -: el perspectivismo implica no “una variación de la verdad según el sujeto, sino la condición bajo la cual la verdad de una variación se presenta al sujeto”.
Cuatro lecciones propuestas por al análisis Foucault. Jean Allouch
La primera lección es una convergencia, recae sobre la discursividad. La segunda es un desplazamiento, interroga el deseo considerado como alzamiento. La tercera es una oposición, sitúa la libre asociación por contraste con la parresia. La cuarta es una invitación, que liga, en pleno acuerdo con Lacan, lenguaje y locura.
Conjeturas schreberianas. De una cita de Foucault respecto al presidente Schreber. Gonzalo Percovich
Escribe M. Foucault: Las disciplinas marcan el momento en que se efectúa lo que se podría llamar la inversión del eje político de la individualización. […]El momento en el que se ha pasado de mecanismos histórico-rituales de formación de la individualidad a unos mecanismos científico-disciplinarios, donde lo normal ha relevado a lo ancestral y la medida al estatuto[…] Son las desdichas del pequeño Hans y ya no ‘el bueno del pequeño Henri (le bon petit Henri) los que refieren a la aventura de nuestra infancia. El ‘Roman de la Rose’ está escrito por Mary Barnes; en el lugar de Lancelot, el presidente Schreber”.
Lancelot deja su lugar al presidente Schreber. La primera lectura parece indicar que Schreber en tanto ‘caso’ puede ser ubicado como exponente princeps de la enfermedad mental en el contexto del saber disciplinar. ¿Casos como individualidades disciplinares? Todo parece llevarnos a ésta conclusión. Pero decir presidente Schreber puede inaugurar una zona de problematización que no se restrinja a la consolidación de un caso ubicado como ejemplar en el marco de un cuadro. El presidente Schreber por un instante corre el riesgo de mezclarse dentro de las gestas heroicas de esos caballeros antiguos. Su gesta divina puede ser de algún modo otra versión de la búsqueda del Santo Grial.
Poner el culo. Eduardo Mattio
Frente a ciertas políticas sexo-genéricas que en las últimas décadas han intentado disciplinar y controlar « lo que pueden” los cuerpos sexuados, se han elaborado otros saberes y prácticas disidentes capaces de desbaratar la violencia normalizadora de las tecnologías de género. Tanto en la micropolítica contra-sexual de Paul Preciado como en la analética de Paco Vidarte se subraya la radicalidad ontológica, ética y política del culo para una praxis genuinamente disidente. Poner el culo, entonces, colectivizarlo, no supone un uso estratégico de dicho esfínter; es más bien una forma de expresar aquello que, por inapropiado/inapropiable, socava y enrarece cualquier gramática de la individualización, aquello im-propio que hace posible una política de la singularidad
Una bailarina negra, y con pies grandes, y girando, y tu-tu rosado. Juan Manuel Burgos
Dedicado a dos amigxs muertxs y a un amigo que la tiene muerta, Una bailarina negra, y con pies grandes, y girando, y tu-tu rosado intenta habilitar otra temporalidad, alternativa y reparativa de la injuria. Allí donde las matrices de temporalidad y espacialidad heteronormativas no pueden hacerse con esta imagen en tanto representación (volver a presentarla, colocarla en el lugar de otra cosa inteligible –del pasado o futurizable) se propone hacer de ella una figuración de lo incogible, incorregible, irreconoscible: de lo no escogible y por tanto abyecto. Los tiempos de lo queer son en presente, en el aquí y ahora, porque no tenemos -no hay- tiempo.
Una discusión por facebook, un cuaderno con dibujos de la infancia, registros de entrevistas laborales, conversaciones telefónicas, recetas de comida vegana e intercambios de diván le dan sustancia a este corpus, ya no para retrospectivamente dar cuenta de las violencias padecidas a lo largo de la trayectoria vital de una identidad discreta o un sujeto protogay sino, para, en un sentido opuesto, re-habitar de un modo alternativo un tiempo y un espacio que es y no es todavía-acá.